Título: Intercambio con un inglés.
Autora del texto: Christine Nostlinger.
Ilustraciones interior: Gerardo Amechazurra.
Traduccción: Luis Pastor.
Título Original: Das Austauschking.
Editorial: Espasa Juvenil (el ejemplar que tengo yo; ahora se vende en Editorial Cuatrovientos).
Precio: 7’50€ en la editorial que acabo de decir.
Resumen: Ewald es un niño alemán de 12 años, bastante buen estudiante pero que flojea en el inglés. Sus padres, después de descartar un campamento, creen que un intercambio con un inglés (que éste venga a su casa), será lo mejor.
Ewald y su hermana Bille están un poco picados por las intromisiones de sus padres (vamos viendo que son unos padres algo meticones pero tampoco nada fuera de la normal), ya que están entrando en la adolescencia y cada vez quieren más independencia.
Y de repente, llega el inglés.
El chico no era el que inicialmente esperaban (Tom) sino su hermano, Jasper.
Jasper parece ser un horror. O, al menos, le pasa algo: no sale de su habitación, no se lava, no se separa de su colección de piedras…
Pero Bille, la hermana, sí que consigue acceder a él un poco. Y también Ewald.
Poco a poco ellos dos se hacen “amigos” de Jasper. Aceptan sus rarezas, pero le aprecian.
Los padres parecen estar más picados con su mala educación y lo llevan peor.
Hasta que se enteran, por otros medios, de la vida de Jasper: cuando nació, sus padres ya estaban separados y se quedó con su padre y su nueva mujer. Años después se divorciaron y a Jasper su padre no le quería, sí la mujer de él, Mary… pero la madre de Jasper les separó. La madre biológica de Jasper le tiene en casa, pero pasa de él. Le llevan a internados para que no moleste, sólo quieren a Tom.
Y así, toda la familia (y también los lectores) entienden que Jasper es un animal herido. Y que hay que quererle. Y le quieren
Pasa el verano y pasan más cosas (entre ellas, una parte especialmente dolorosa en la que Jasper está a punto de ver a su Mary y ésta no quiere; en la que parece que nadie quiere de verdad a este niño; en la que él se escapa y amenaza seriamente con suicidarse).
Esta familia alemana, sí le quiere. Pero no pueden quedarse con él.
Y el libro acaba en el aeropuerto, despidiéndose de Jasper, que se vuelva a Inglaterra con una familia que le tolera pero que le ignora. Una vida sin cariño.
Pero es así. Ellos no pueden hacer nada.
Al final del verano, Ewald y Bille aceptan mejor a sus padres, han entendido algo. Y los padres, también.
Cómo recordaba yo la obra: Este libro fue mi primer contacto con Christine Nostlinger. La leí, con 10 años, en el salón de casa de mi abuela de León, durante unas vacaciones de Semana Santa.
Me encantó. Me gustó mucho, muchísimo. Todo era nuevo para mí: el modo de expresarse, el hecho de que hubiera intercambios de estudios con ingleses, el tipo de familia protagonista. Era una familia alemana, y se notaba: totalmente diferente (más europea, más avanzada), que las familias españolas que yo conocía.
Hay que recordar que yo lo leí en 1987; la Sociedad Española ha evolucionado muchísimo desde entonces, y puede que ahora en la actualidad no seamos tan diferentes de los alemanes.
Pero entonces sí lo éramos. Yo vengo de una familia abierta, con padres avanzados para aquella época (ni mis hermanos ni yo estamos bautizados, por ejemplo; mis padres no me hicieron agujero en las orejas al nacer porque lo consideraban machista), y aún así la libertad en la que se expresaba esa familia me llamó la atención.
Unas semanas después Alfaguara empezaría la colección Biblioteca Juvenil, y más libros de esa autora llegaron a mis manos (como Una Historia Familiar, gracias a la cual dejé de ver el divorcio como una Desgracia y más como una oportunidad).
Pero ese domingo de Semana Santa, arrellanada en la butaca de mi abuela, Intercambio con un Inglés fue mi primer contacto con una Sociedad en la que niños como yo (bueno, algo mayores) tenían problemas similares solucionados de manera diferente. Una ventana abierta a mis experiencias.
Por eso es tan importante que las colecciones infantiles/juveniles estén pobladas por autores de otras nacionalidades, de otras culturas. Si nos limitamos a leer de nuestro barrio… pues eso, que nos quedamos en nuestro barrio.
Qué opino de ella ahora: Dicen que convertirte en madre te hace más fuerte. Yo creo que es justo al revés: te vuelves vulnerable, dependiente. Y sensiblero, sí. Todos los niños del mundo son, de algún modo, tus hijos. Y por ellos sientes responsabilidad, y dolor, y pena…
Mi madre no podía ver una película en la que falleciera un niño. A mí me pasa igual, y sobre todo, cosas que antes no me afectaban ahora me dan una pena horrible.
Mi niña de 10 años recordaba a Jasper como un borde que se convertía en simpático.
Mi yo actual, madre de dos hijos, siente un profundo dolor por la vida de Jasper. Esa vida sin amor maternal pero con padres. Esa vida que no necesita de servicios sociales, que no hay un maltrato físico, que no hay una desatención de primeros servicios… pero sí de todo lo demás.
La obra, con una sutileza insólita para ser juvenil, nos muestra un problema del primer mundo: una víctima (Jasper) de una familia desestructurada que aparentemente parece no tener ningún problema. El libro demuestra que los prejuicios que la familia protagonista trae consigo les hace ver a Jasper peor de lo que es. Con compasión y con amor logran llegar y mejorar a Jasper. Aunque, tristemente, no logran sacarle de si situación más de lo que dura un verano.
Y en eso también fue insólita Nostlinger, al menos para mí, la niña de 10 años que leía esto. Porque era una obra que no acaba bien (tampoco mal), porque no se encontraron soluciones a largo plazo (puesto que la familia protagonista no podía), porque hay situaciones que escapan a nuestro control, por muy injustas que sean.
Y esa lección es lo más maduro que nos aporta la obra, lo que hace que resista tan bien el paso del tiempo, que siga de plena actualidad.
Edades: a partir de 12 años.